martes, 24 de julio de 2012

Pesquisas Salvajes

Sube la colina de espaldas,
te sentirás bien
David Bowie

Ponencia de José Oscar López

Ir a matar al príncipe de Orange. Ir a matarlo y cobrar luego los veinticinco mil escudos que ofreció Felipe II por su cabeza. Ir a pie, solo, sin recursos, sin pistola, sin cuchillo, creando el género de los asesinos que piden a su víctima el dinero que hace falta para comprar el arma del crimen, tal fue la hazaña de Baltasar Gérard, un joven carpintero de Dole.

Una vez soñé con Roberto Bolaño: lo llamaba, quería hablar con él como él hablaba con Rodrigo Fresán por teléfono acerca de Philip K. Dick. Roberto Bolaño no me respondía. ¿Por qué convertir en interlocutor directo, fantasmal pero no menos real, a autores que prácticamente son ficción para ti, apenas un sueño de oveja eléctrica, lejanos salvo por una resma encuadernada, encuadernada para releer una y otra vez, que llevan su nombre, apenas una pequeña fotografía, alguien sentado en una mesa de cocina, de aire vagamente beat —como el beat que yo mismo, por ejemplo, quise ser alguna vez y quiere ser, supongo, cualquier persona con una mínima y sensata sed de libertad al leer los textos de Kerouac, Ginsberg, Corso, Giorno o Burroughs; por osmosis o por ese contagio telepático del que Kerouac hablaba en su decálogo del escritor/manifiesto de la prosa espontánea—, vagamente beat, decíamos, aquel tipo de la foto, Roberto Bolaño, y mirando después con algo parecido a la sorna esos deseos, por ejemplo, de ser beat de quien mira la foto, de ser piel roja en la costa de Blanes, con un té en la mano?

No hay comentarios:

Publicar un comentario