lunes, 20 de mayo de 2013

Política y literatura en la Argentina: Julián Axat

(Artículo publicado en el portal www.marcha.org.ar)

Quinta entrega de la encuesta a escritores argentinos sobre el vínculo entre literatura y política. Hoy nos responde Julián Axat.



1. ¿Considerás que tus búsquedas literarias, tanto al escribir como al leer, se corresponden con búsquedas políticas de algún tipo? ¿Por qué?


La correspondencia es un tanteo, uno no va buscando coherencias, salen, están, no hay nada forzado. La relación entre política y literatura no es isomórfica, no requiere de denuncias-panfletos; es más sutil que hace treinta años, se pone en evidencia desde detalles, zigzagueos, en breves manifiestos, búsquedas, irreverencias, etc. A mí me interesa la poesía más que la novela, y la forma en la que la poesía es registro que a su vez genera lazos que exceden el propio registro porque son forma de vida/escritura; y no un libro en una biblioteca. Mi búsqueda literaria sigue teniendo que ver con vanguardias perimidas, en ver métodos o diseñar máquinas sobre cómo revivirlas. En esa posibilidad-imposibilidad se juega mi obsesión por la literatura actual, y esto lo tomo como una postura política. Dadá está muerto, bueno, entonces veamos cómo hacer para desenterrar y disfrazar el cadáver de Dadá para hacerlo parecer vivo: el proceso de des-embalsamar el cadáver de Dadá, es sacar a relucir el cadáver de Evita, el cadáver de Perlongher, el de Bolaño y así... Por ejemplo, hoy siento una vuelta al cadáver de Maiakovski, y a todos los cadáveres de los poetas rusos profundamente políticos que denostaron la muerte de la revolución en burocracia (Block; Biely, Esenin, Gumilev, Ajmátova, Ivanov y otros). Salgo a buscar la poesía rusa simbolista, acmeísta, formalista y campesina pre y pos revolucionaria, es un magma interesante desde donde re-pensar nuestra poesía por parir, como un Frankestein hecho de andrajos y remiendos pos-generacionales no estalisintas. Solo para encontrar un lugar de energía para que la poesía que hagamos no se la trague una oficina. Que el Estado haga política cultural, eso es genial, pero no que fabrique poetas-filósofos oficiales (el riesgo de salir de la poesía 90 es caer en la poesía nomenklatura). Eso lo entendieron dos o tres personas en este país, que a la vez son traductoras y estudiosas del Ruso, y que están llevando a cabo una empresa por revalorizar las vanguardias literarias rusas en un hoy argentino: me refiero a Irina Bogdacheski, Natalia Livitnova y Laura Estrín. También es la linea de la reedición de un teórico y poeta como Víktor Shklovski. Hay mucho para procesar de estas lecturas, que sirven como puntazos para la acción-escritura-vida.


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