viernes, 14 de junio de 2013

Pablo Ohde coloca su cabeza dentro del León

(A propósito de su Obra reunida)

Por Julián Axat



Tres veces sentado en el vientre de la ballena, / He confrontado
 el suicidio a manos del verdugo /Y sin embargo la palabra reconfortante
 de los poetas sibilinos me abrazó / Y un hombre sagrado del Este me abrió
 las puertas de la redención / ¡Hijo de esta consagración,
 no tiembles / Mantente firme y resiste!…

Carl Schmitt


En la literatura, la relación entre lo póstumo y el concepto de obra, suele tener que ver con la idea de totalidad, de reunión. Las “obras reunidas”, completan un ciclo de un autor pero también sustituyen un cuerpo, o se colocan en su lugar. Son pocas las veces que la obra reunida se publica en vida del autor. La obra reunida sustituye una ausencia de sentido o el lugar del vacío. Totaliza un recorrido aun cuando ese recorrido sea fragmentario, o repleto de saltos, idas y vueltas. Es decir, la filología desea o demanda la obra reunida, es voraz puede incluso cerrar aquello que estaba a medio camino, a punto de dar un salto cualitativo y es cortado por un precipicio.

¿Cómo pensar la obra reunida de Arthur Rimbaud, con solo 21 años, antes de viajar al África a traficar? ¿Rimbaud era todo lo que el poeta quería dejar o podría haber más? (los biógrafos de Rimbaud se devanaron los sesos con esta pregunta).  O viniendo más acá, haciendo una suerte pirueta en tiempo, espacio y autor: ¿Cómo pensar la obra reunida de Miguel Ángel Bustos, poeta desaparecido argentino, autor entre 1957 y 1970 de cuatro obras, y luego desaparecido por el terrorismo de Estado? ¿Bustos podría haber escrito algo luego de El Himalaya o la Moral de los pájaros? Quién junta las piezas de Bustos en una obra total se queda con la sensación de vacío o la necesidad (deseo ya no filológico sino pos-generacional) de volver al fragmento. En Kafka la obra tarda años en reunirse, Max Brod junta las piezas pero se demora en dar a conocer el corpus pese a los deseos de su amigo. En medio está la biografía, el viaje a Israel, la edición de los diarios, y algunos fragmentos que van y vienen.

Lo reunido es un cuerpo que traspone a otro cuerpo (no escritura) que termina o desaparece, insisto, aun cuando fragmentario o en camino a un proyecto literario mayor, se torne la clausura por el Mal, fuerza mayor o por propia voluntad. En el caso del poeta Pablo Ohde, la “obra reunida” cierra el ciclo, y el proyecto literario se unifica como corpus-legado, excediendo lo estrictamente funerario. “Lo fragmentario” existe, aunque de los nodos de ese proyecto sean un libro cerrado, total diría paradójicamente. Me refiero a “Atlante” y a “Panteo” (dos obras con un sistema interno propio, una lógica, reglas. La montaña, el honor, los pájaros, el cíclope y el fin de un Imperio, al decir de Atlante. La guerra entre el instinto y la Bestia, y su hija la Criatura, al decir de Panteo. Panteo como la masa del mundo la cruzada de la materia y el espíritu, la argamasa de la Poesía y el Mal).

El resto de las piezas del puzzle Ohde forman parte de una tensión por constituir “Obra”, cerrar obra con método. Es decir Pablo no era prolífero, era de los escritores buscadores de poemas justos y necesarios dentro de su propio sistema. El método de trabajo parece ser el siguiente: poemas dentro de un poema mayor (Atlante-Panteo); y un cajón para poemas sueltos que no terminan de componer el poema mayor, pero que tienen algún tipo de conexidad (Herejías, Prevert, las Evas). El procedimiento habla de un poeta exquisito, y bien dice Fernando Alfón en la contratapa de la obra reunida: “a la manera de Schopenhauer; imaginó un único autor, un único tiempo, un solo poema”. También podemos pensar en un poeta romántico y clasicista.  La idea de “obra reunida” en este tipo de poetas, es entonces compleja; pues no sabemos nunca si en vida el poeta hubiera pensado en reunir o no en el mismo plano textos diversos, que él por su propia exquisitez y trabajo de depuración, hubiera reunido. El trabajo del albacea, el criterio de duelo familiar, o los amigos; y también el ámbito de recepción académico y literario son los que juzgan el procedimiento ex post de “reunión”. Claro que siempre algo queda afuera, un resquicio, un resto para revalorizar.

Conocí  a Pablo a través de Esteban Rodríguez, allá por el 2008. Era una lectura de poetas organizado por La Grieta. Seríamos siete poetas. El único que recitó de memoria y no leyó lo suyo fue Ohde, quien prefirió recitar el poema de Boccanera “Sordomuda”; la impresión que me causó el sujeto, estaba basada en lo presuntuoso: tiene poemas propios, pero no los lee, prefiere recitar lo ajeno. Después recitó a María Elena Walsh (con qué irreverencia ante un grupo de poetas que pretenden salir de los 90, un sujeto al que se desconoce recita a María Elena Walsh y la elogia como si fuera Violeta Parra). Bebimos bastante ese día, y terminé llevándolo a su casa. Sin conocer nada o bien poco, supe esa noche que editaría a ese poeta de los que no quedan.

Creo que el trabajo de Fernando Alfón ha sido de una generosidad y de una entrega, un tipo de donación por la amistad que pocas veces he visto. Sabemos que Fernando y Pablo tenían una relación literaria con idas y vueltas, de admiración mutua, de obsesión, de intercambio por lo absoluto. Ohde veía a Alfón como un hermeneuta o escolástico; Alfón veía a Ohde como su Evaristo Carriego. En ese pacto de amistad Alfón lo presentaba en público: “Aquí Ohde”.

El día que Fernando me sugirió editar a Pablo, pensé en la Eva de las tres muertes, quizás los poemas con un tono más político, más cercanos al proyecto que dirijo. Pero al leer Panteo (Pablo lo tenía subido a un blog), entendí el lugar del poeta. Las Evas eran un proyecto inconcluso, luego le seguirían otros poemas sin continuidad.

El prólogo ya estaba cocinado, Alfón presentaba a un poeta secreto, inolvidable, de culto, de aquellos de los que no quedan. Remataba con un vaticinio: “En la ciudad de la Plata, aun, casi nadie advierte la relevancia y singularidad de este hombre. Esto algún día cesará, y muchos poetas locales, hoy, de cierto renombre, querrán cambiar sus obras completas por dos o tres versos de Ohde…”  ¿Ocurrió esto? ¿Cuántos cambiarían sus obras por un puñado de versos de Ohde? Yo las cambiaría. Cada vez que vuelvo a Panteo siento por momentos estar leyendo el capítulo (no escrito o escrito en forma poética) por Sir Thomas Hobbes. Leviatán en la poesía, la bestia.

Para saber quien es quien
Se toma un amigo al azar
Y se le pide
Que levante un puño en alto
Que levante la voz en alto
Y en alto grite
“PRESENTE”
Si lo hace
Y los muebles empiezan a temblar
Bien
Eso está bien
Invítalo a tu casa
Y que beba a la salud de cualquier cosa
Pero
Si la voz se le quiebra
El brazo se le dobla
O de su garganta brota el silbido de un jilguero
Ignóralo
Nunca va a pelear por lo suyo
Nunca va a hacer una revolución
Ni nunca va a tener los cojones
Para acatar o impartir una orden
Se va a esconder
Y tarde o temprano
Te va a traicionar 


(de Test de Judas)

“Poeta del dos mil” sugiere Juan Bautista Duizeide. Pienso en un test, el de “Judas”. Cuántos poetas lo resisten ese test?  ¿Se puede armar una Antología de poesía con ese único criterio, pasar la prueba de judas? Supongamos que los poetas del dosmil, como dice Duizeide, posean como criterio de pertenencia haber pasado por el test de judas de Ohde (al fin y al cabo la vibración que reclama Ohde, es la que surgía de la voz de Maiakovski, o de Huidobro “poeta no debes cantar a la lluvia, debes hacer llover”).  Los poetas de la vibración, de la transformación, de la lealtad entre sí. Un estado de salvajismo.

El mundo arcaico, salvaje subyace debajo del mundo ultramoderno tecnológico, un hormigueo constante devuelve el pasado al presente y así. El mismo cazador va hacia su presa, el asesino espera al acecho a su víctima. El ente descansa sobre la batalla del instinto y su presa bestial en el año 2057, como tres mil años A.C. La poesía es la misma.

Fachadas azules que esconden ángeles de arena
Enormes ojos de acero
Murallas infranqueables
Un edificio camina hacia el cielo de humo
El metal de las puertas cerrándose
Sobre las antenas
El ruido de las palomas y abajo más abajo
Los alcoholes ardientes del sol en el asfalto
Una vieja olfatea entre los desperdicios
Niños que caminan y fuman en silencio
No hay duda
Ni misterio
Los hombres están escondidos
Tras el torso gigante
De la ciudad del miedo

Un joven moreno se esconde detrás de la reja
Casi desnudo
Sostiene en su mano el mágico resplandor del oro
Y firme en la otra
La música aguda del filo de una navaja
Descalzo entre los charcos
Seguro en el refugio de la sombra
Brotan como fruto los dos peces de su mirada
Dentro de la pupila negra se ve reflejado el medio sol naranja
De un atardecer en África
Los pájaros
El bramido de un ciervo
El viento de arena
Y en el centro
Un rinoceronte que jadea cansado
En su ojo hambriento
Están todas las preguntas

¿Esta calle será desierto?
¿Qué esperan los muertos del reino de las ratas?
¿Por qué la humedad y la arcilla si arriba está el dios sol?

La presa se acerca a un Cadillac blanco
Esta será su última noche en la selva


(de Nueva York)

Vuelvo a “Sordomuda” que tanto lo obsesionaba y que lo escuché recitar la noche que lo conocí, poema que más tarde lo vi recitar cientos de veces como si fuera suyo y se lo hubiese apropiado. Yo ahora lo pienso así: El poeta Pablo Ohde mete su cabeza dentro de la boca del león, ¿qué busca? ¿La lástima del público? ¿Qué tenga lástima el león? ¿Busca su propia lástima? …. Y el público, ¿está loco? ¿Por qué aplaude? …

El que vive la poesía con esa intensidad, va a tientas, a pesar de la lastima ajena o propia. La incomprensión, la necedad o imbecilidad infinita del mundo constituye lo absurdo de la condición humana; ¿Qué diferencia hay entre la actitud del poeta que teatraliza una crueldad fallida, lastimosa, de domador de circo, para darse lastima de sí o que el público que tarde o temprano, sabe que la cabeza del domador es su propia cabeza, entonces comienza a sentir lastima del público. Los poetas suicidados por la sociedad o la sociedad suicidada por los poetas. ¿la búsqueda de un puñado de versos escritos en algún lado, cifrados bajo una extraña belleza, o cabalística, bastarían para salvar la miseria del mundo de la Maldad de la condición humana?

La obra reunida de Ohde es lo que queda de un domador, no es una traslación de un cuerpo como totalidad que lo sustituye en el tiempo. La elaboración de un duelo a través de su poesía es valida, Pablo es y no es esta obra reunida. Pero hay algo que sí es, es lo que queda, el rezago o resto vivo de haber colocado durante 42 años la garganta dentro del León, a pesar de la risa ajena, y la lástima o la inmortalidad resultante.

Imagino a Pablo sentado acá como un fantasma, abriendo la boca del León en este momento y colocando su cabeza delante de todos nosotros; y riéndose, incluso, de su propia obra reunida. No hay lástima posible en esa proeza. El poeta y su obra. ¿Quién se mete en la garganta de quién? Riéndose dentro de la boca del tiempo o del testimonio. Ohde se ríe de la muerte.

14/6/2013

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