Si tuviera que asaltar el banco más vigilado de Europa
y si pudiera elegir libremente a mis compañeros de fechorías
sin duda escogería un grupo de cinco poetas.
Cinco poetas verdaderos, apolíneos o dionisiacos, da igual,
pero verdaderos, es decir con un destino de poetas y con una vida de poetas.
No hay nadie en el mundo más valiente que ellos.
No hay nadie en el mundo que encare el desastre con mayor dignidad y lucidez.
Son, en apariencia, débiles, lectores de Guido Cavalcanti y de Arnaut Daniel, lectores del desertor
Arquíloco que atravesó un campo de huesos,
y trabajan en el vacío de la palabra, como astronautas perdidos
en un planeta sin salida posible, en un desierto
en donde no hay lectores ni editores, sólo construcciones verbales o canciones idiotas cantadas no por hombres sino por fantasmas.
En el gremio de los escritores son la joya más grande y menos codiciada.
Cuando un enloquecido joven de dieciséis o dicisiete años decide ser poeta,
es desastre familiar seguro. Judío homosexual, medio negro, medio bolchevique,
la Siberia de su destierro suele cubrir de oprobio también a su familia…
Su fragilidad, sin embargo, es engañosa.
También su humor y las manifestaciones caprichosas de su amor.
Tras esas sombras vagas se encuentran acaso los tipos más duros del mundo y seguramente los más valientes.
No por nada descienden de Orfeo,
que marcaba la cadencia del remo de los Argonautas y
que bajó al infierno y volvió a subir,
menos vivo que antes de la hazaña, pero vivo al fin y al cabo.
Si tuviera que asaltar el banco más protegido de América, en mi banda
sólo habría poetas.
El atraco concluiría, probablemente, de forma desastrosa,
pero sería hermoso.
Roberto Bolaño (Entre Paréntesis)