"Cada nueva generación se debate entre los diversos y contradictorios modos de asumir lo que Harold Bloom llama la angustia de las influencias (y él
mismo lo demuestra al traicionar a Marx para inclinarse por Freud, aunque ambos –ilustres fantasmas de la razón acosadora y acosada– acuerdan finalmente que “el peso de las generaciones muertas aplasta, como una pesadilla, el cerebro de los vivos”).
Para Bloom, Shakespeare es quien mejor define los tópicos del hombre moderno, y Hamlet el personaje que mejor encarna el drama edípico. La tragedia es la misma de siempre (el reconocimiento de una genealogía maldita), pero en Shakespeare se dibuja su horizonte moderno: la traición como venganza de
Por empezar, recordemos que Hamlet encarna en sí la contradicción: impulsa a un tiempo la venganza y la cavilación que la inhibe. Ese doble juego muestra...".
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