En la acogedora casa de estudios fundada en 1885, por cuyas aulas pasaron desde René Favaloro a John William Cooke, también se conjuga el verbo desaparecer. Pero el infinitivo, que en un país como la Argentina jamás es neutro, en el Colegio Nacional retumba como su anagrama: neutro - trueno. Como el estrépito de un trueno. Así suenan las palabras de Julián Axat, el hijo de Rodolfo y Ana, ante un auditorio de 600 alumnos de sexto año.
Julián es abogado, jugó en La Plata y egresó del “Nacio”, como le dicen con cariño sus caminantes que superan las cien promociones. Trabaja en el fuero penal de Menores. Trabaja es un decir incompleto: abraza la causa de pibes que no tienen dónde caerse parados, a no ser cuando caen por las balas policiales o son empujados a una muerte lenta en los internados. El doctor Axat también es poeta. Sus ojos inquietos delatan una obra desbordante de versos como “¿Qué hace un Hijo?/ filma su rostro o lo pinta/ se saca una foto y la pone junto a sus padres/ se queda con la insignificancia de un poema/” El, hace ya muchos de sus 34 años, eligió qué hacer. Lo que sostiene Basho, el poeta japonés que Julián cita en uno de sus libros (ylumynarya, del 2008): “No busques en tus antepasados/ busca lo mismo que ellos buscaron”.
Axat transmite una irrefrenable aspiración de justicia. Pero no es esa pacata sensación de justicia que causa fatiga en los tribunales, en los pleitos interminables, en la injusticia de la Justicia. Su verba encendida...
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muy bueno compañero. Muy buen relato.
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