La guerra de poesía (o la necesidad del revanchismo poético)
“en la poesía siempre es la guerra”
O. Mandestalm
La derecha poética no existe como la concebíamos hace varios años. No es Echecolatz escribiendo poemas epitafio en Marcos Paz; o Julio Meinville elucubrando epigramas místicos para la lectura de Salam; o Bruno Vidal redactando la épica de la tortura Pinochetista. La derecha poética de hoy es más compleja. No alaba el mal metafísico, ni destila sus neoromántica en cantos protofacistas (Pound, Eliot, etc). Nuestra derecha poética es patética por boca del testimonio pituco y bienpensante (reescribiendo el silencio de Trakl desde Heidegger); Leming que se arroja al vacío para acabar con el peso de tanto spleen. Garchofa que se anuncia pseudo plebeya pero es leída por los mismos de siempre y a mansalva. La derecha poética está cómoda en su trono príncipe de la noche gobernando las condiciones externas al verso. Edición cinco o diez lucas, ¡vaya que el papel está caro!... no le gusta, vaya a Dunken... Aquí sólo Casas, Cucu, Rubio, Rodríguez, Gambarota... pero también sus críticos: los Fridemberg, los Aulicino, los Fonderbider... Es claro, los príncipes de la noche ya no piensan el significado de la poesía, sino en los usos de la poesía (“el significado es el uso”- 2° Wittgenstein). Derecha confabula pacto poeta-editorial-cultura-Perfil, Radar-Ñ, ADN (comentario asegurado, venta también). El mal radical de la poesía argentina es esta cadena (banal) de montaje que culmina libro-cajita feliz (versión plebe: Eloisa; versión fashion: Vox). ¿Y el aura? A la derecha poética le hace cosquillas el outsider poeta y todo aquello los chorros de tinta invisibilizada, salvo aquello seleccionado (señalado por ella) como “exótico” (ojalá la Sarlo te comente tu libro pibe...). Una guillotina que no sale del salón en el que se lució, es un acto lúdico-simbólico, corte interesante, pero snob, que no deja huellas si no se difunde como virus (los descabezamientos deben ser en la vía pública). Allí donde no se quiere dar la discusión político-poética, el menemismo sigue haciendo de las suyas en su faz decadente-consagratoria, reconciliadora, en su “pax poética” reproductora de sus “usos”. La muerte de la ideología poética nunca estuvo en el poema (¿los noventistas solo describieron la realidad?), sino en las condiciones de producción/difusión/recepción del lenguaje noventista (¿construido de las formas que ellos describían?). Las mismas condiciones de hoy. Los mismos de siempre. La guerra de poesía es la tarea de la generación que viene.
Leandro Daniel Barret
No hay comentarios:
Publicar un comentario