Por Nicolás Prividera
Hace rato que me reconozco en la pregunta por lo generacional, sin que eso signifique buscar un acuerdo con todos mis pares (un ironista dijo que “una generación es un grupo de personas que comparten un tiempo y lugar y se destestan amablemente”). La polémica es parte de ese reconocimiento: uno no discute con cualquiera (al menos no después de cierta edad...). Elijo polemizar, sobre todo, con los que se resisten a ser parte de un grupo que los acepte como miembros (con la excusa de una libertad que nadie les obliga a abandonar), tanto como con los que usufructúan esa pertenencia (siendo muchas veces los mismos que antes la negaban, hasta que se vuelve una demandada “marca”). Todas las generaciones avanzan (a tientas), incluso las que parecen detenidas (incluso las muertas), porque el futuro siempre reescribirá a su manera el cómodo o triste presente.
González Moras dice en su carta acerca de la antología Si Hamlet duda le daremos muerte que: “Somos libres, pero justamente por el hecho de no tener padres”. Es de algún modo una glosa de Borges (“felizmente, no tenemos una tradición, y podemos aspirar a todas”), como él mismo reconoce después al reivinidcar la “necesidad de reivindicarnos libres de toda tradición y a la vez reclamar y ocupar el lugar de las tradiciones que nos fueron arrebatadas”. Pero si cito a Borges no es para cumplir con el rito, sino para hacer notar la no menor diferencia, entre un legado que simplemente muere por causas naturales y uno que es arrebatado. Hay que entenderlo de una vez (Freud mediante): es difícil matar a los padres si otros lo han hecho antes por uno, y literalmente.
Habría que empezar, entonces (si ya hemos empezado...) por separar a los padres de la tradición que encarnaron, y comprender que podemos –debemos- ejercer las armas de la critica sin miedo a desaparecer (sin devolverlos a la nada, y sin asumir las naderías a las que nos condenan los mismos verdugos de
He ahí el abismo simétrico: confundir
Probablemente todos los que quisiéramos encarnar otra vieja tradición traicionada podríamos confluir (e iniciar una discusión generacional que no negara la modernidad) en la misma cita con Benjamin, que no era historicista pero que tenía una Tesis (la concepción irredentista de
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