¿Y por Casas cómo andamos?
Deseoso es el que huye de su padre.
Lezama Lima
Juntar contrariedades en un solo cuello y destinarlo a la guillotina, lejos de solucionarlas puede resultar algo como aquello que amenazaba al (no tan astuto) Odiseo al enfrentarse con
Me parece que en Casas, Fabián, en su cabeza guillotinable, en sus libros y en sus prácticas culturales, laborales, y políticas más allá o más acá de esos libros, varios problemas pueden condensarse. Problemas que se articulan entre sí, pero que no son un solo problema. Con lo que me parece más aconsejable que la impaciencia de un Robespierre la minucia de un Jack the Ripper.
Me confieso culpable: A mí me gusta más de un poema de Casas y más de un cuento (arriesgo que Los lemming me gusta completo) y también me gusta más de un ensayo bonsai.
¿Y entonces?
Mi primera incomodidad, ¡a esta altura!, corre el riesgo de parecer adolescente: puros y transeros, apocalípticos o integrados sería una forma apresurada y algo tosca de postularla, pero sin que allá nada del todo inexacto.
Sucede que determinadas escrituras -y el pregonado (la palabra no es inocente) Boedismo Zen es una de ellas- parecen exigir que se ponga el cuerpo de determinadas maneras. Seamos ucrónicos y contra fácticos (total el mail es gratis y a diferencia de otras textualidades lo permite sin mayor escándalo): Si Villon hubiera podido
escribir lo que escribió sin ser lo que fue, ¿hubiera variado en algo el esplendor de su poética? Lo que sí hubiera variado, y mucho, es su figura de escritor.
Supongo que alguna vez Casas tuvo más que ver con esos personajes de sus cuentos y con ese yo poético que lo identifica, que con el editor de una revista campera & sojera que esconde, no demasiado, a una estrella pop de la literatura. Y aquí se articula
el problema dos: Casas convirtió el hallazgo en fórmula en tic en mueca en marca. ¿Papel picado marca Casas? Y con este problema, creo, se articula el problema tres -crimen del cual el reo Casas no es partícipe necesario sino un aprovechado-:
esas escrituras se consagraron (la palabra elegida en este caso tampoco es inocente, ¿pero hay alguna palabra libre de sospecha?), se canonizaron. Desde lugares de poder editorialacadémicoperiodísticomediático.
Y, me sigue a mí pareciendo, so pena de ser acusado de setentista (muy) tardío, el problema sigue siendo el poder. Si Casas fuera sólo un gordo mentiroso que pegó un par de hits y se repite…
Si la estética noventista no se hubiera proclamado durante años como la única posible…
En relación con esto, me causan mucha gracia algunas notas al pie del segundo prólogo de la antología: en ellas se lo muestra Freindeberg huyendo como el doctor Frankenstein, del monstruo.
O, mejor quizás, negándolo como aquellos que todavía se excusan “yo al Turco no lo voté”.
Deseoso es el que huye de esas casas.
Juan B. Diuzeide.
P.D: La cita de uno de los ídolos del neobarroso es por supuesto otra provocación.
Pero, estoy seguro, ni objetivismo ni neobarroso son lo mismo, ni es lo mismo Alambres que Parque Lezama, ni es lo mismo Perlongher que Carrera (¿torcer la taba para su lado, no fue una manera específica de domesticar el neobarroquismo?).
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